Que onda banda bloguera que todavía se toma la molestia de rondar por este su blog NO favorito. Primero que nada, una disculpa por haber descuidado el changarro durante este mes, ustedes saben, la escuela, las pedas, la escuela, las viejas, la escuela, los comics, la escuela, los videojuegos (ya que tengo Internet de banda ancha los puedo descargar de a grapa, ¡ajua!), la escuela, los libros, la escuela, los labores de la casa, la escuela, ¿mencioné las pedas? Bueno, he estado algo ocupado, eso de estar estudiando los últimos dos meses del último semestre de la carrera no es algo que te permita bloguear muy seguido. Pero en fin, una vez aclarada la situación (que no es que hiciera falta, pero como soy muy educado, lo hago) continuemos con la programación habitual de este tugurio que ya traigo varios posts atorados (no, no en el culo), y que mejor, que hablando de la peda del año.
Un mes, tuvo que pasar un mes para que asimilara todo lo que ocurrió en esta que bien podría ser la fiesta del año (sí, sí, ya dije que sí es, disculpen -¿ven que educado soy?, este párrafo ya lo había escrito antes que el anterior). Todo comenzó con las
invitaciones por correo y en su blog de el
Coyote para festejar su cumpleaños, desde ahí se dejaba ver que esto iba a ser grande, ¿una fiesta que se llama Cheveton en la que regalan playeras a los primeros 40, tiene un lustro de tradición y además hay un juego oficial de borrachos? Vamos, eso tenía que terminar bien (o mejor dicho, mal, muy mal).
Llegó el tan ansiado 7 de octubre luego de más de mes y medio de esperarlo; la invitación decía que el desmadre comenzaba a las 7:00 p.m. lo que todos sabemos bien quiere decir que comenzaba a las 9:00 p.m. más o menos. Bien conocedor de este hecho, pero educado como soy, decidí arribar a la casa del Coyote como a las 8:15 acompañado de mi carnal “el Changos”, si llegas temprano puedes ver que hay y esconder dos o tres cosas de lo mejor para tomártelas al final. Yo esperaba encontrar ya algo de gente, pero grande fue mi sorpresa al ver que sólo estaban ahí el hermano menor del Coyote y
Esparta Palma (quien por segundo año consecutivo hizo el viaje desde el DF sólo para este magno evento). Ahí me comentaron que esa costumbre de llegar como hora y media más tarde de lo que dice la invitación es meramente queretana, chinga, y yo que la creía mexicana en general. Por supuesto les hice saber mi admiración y sin perder más tiempo seguí bebiendo de mi cerveza. También aproveché para preguntarles como se jugaba el 7 loco, pues yo lo había hecho ya una vez, pero hacía tres años de eso. Me explicaron, y seguí tomando de otra cerveza (pos ya me había acabado la anterior).
Antes de las 9:00 p.m. llegó el Coyote con unos cuates que habían ido a comprar unas cosas pero los dejó el carro (no quiero decir que se les haya ido, sino que ya no prendía). Y así fue llegando la gente, algunos con pomos o cervezas otros nada más con muchas ganas de chupar y el desmadre fue tomando forma.
Curioso me pareció que al saludar a uno de los recién llegados me preguntó si yo era Mulder, al contestarle afirmativamente me dijo que leía este blog y que estaba cagado, ya con eso me cayó bien. Luego me informaron que él era el tetracampeón del 7 loco, el juego de borrachos oficial del Cheveton. Por supuesto, yo buen borracho, competitivo, ambicioso y sobre todo un erudito en las matemáticas (“Señora, su hijo es un genio” le dijo a mi mamá un maestro en secundaria), tenía la firme intención de derrotarlo, quería acabar con el reinado o mejor dicho con la dictadura de Madrigal (por sin no lo han deducido, así apellida este cabrón).
Y así, después de socializar un poco, tomar cinco cervezas y estar bebiendo un segundo trago con vodka, a eso de las 10:15 se convocó a todos los participantes del 7 loco (si no saben como se juega, el Coyote lo explica muy bien
aquí, ¿no entienden?, uhhhh, no han de haber estudiado sistemas ni tener una pizca de inteligencia lógica) a comenzar formando un círculo en el centro de la casa.
Éramos entre 12 y 15, la gente nos miraba atenta y silenciosa, el castigo al que la cagara era un caballito de ese fino brebaje destilado y reposado en las más finas cavas de por ahí, mejor conocido como Tonayán. El límite para abandonar el juego era de 7 caballitos (regla impuesta apenas el Cheveton anterior gracias a Esparta Palma que chupa como si fuera la última vez), aunque uno podía salirse de manera voluntaria antes, todo depende del aguante de cada quien. Al principio fue papita, muchos la cagaban tanto que parecía que no sabían contar ni del uno al diez (¿verdad Changos?). Así fueron saliendo uno a uno y yo seguía en la competición. Mi primer caballito fue cuando quedaban unos 10 concursantes, gracias a que el marica ese que muchos osan llamar blogstar (yo nomás le digo puto o Huevo, a veces guapo pero ese ya es otro post…) marcó a mi teléfono para decirme: “..no voy a ir, ando cansadita”.
Ni pedo, seguí, habiendo perdido nomás una vez hasta que comenzó lo bueno, sólo quedábamos cuatro: Madrigal, una vieja (de no mal ver) que había sido finalista el año anterior, otro güey y yo. Puta, ahí se puso bueno el asunto, en una ocasión llegamos hasta el número 42, lo cual es todo un logro, ninguno de los presentes lo había hecho nunca, perdí otra ocasión, tomé mi respectivo caballito y de repente, uno a uno, se retiraron los otros dos concursantes.
Era la final, yo había perdido en dos ocasiones (lo que significa que había tomado dos caballitos), Madrigal sólo una, parecía un reto parejo, y así comenzó la cosa. Changos que había estado jodiendo todo el tiempo a Madrigal con frases como “Dios te dio un don, úsalo” miraba atónito. Uno a uno y de manera continua fui perdiendo todas las partidas, caballito tras caballito, y obviamente, mientras más chupe traigas encima más difícil es jugar. Madrigal, frío, concentrado y sereno, cual témpano de hielo ganó habiendo perdido sólo en una ocasión a lo largo de toda la partida. Chinga tu madre Madrigal, yo quería el premio, pero ya habrá otro año cabrón, vas a ver. Un saludo, ojete. (Video
aquí)
Cabe hacer notar que la final duró no más de 7 u 8 minutos, cinco partidas de menos de un minuto tras cada una de las cuales tuve que beber un caballito de Tonayán, así que si hacen cuentas, tomé 5 caballitos de Tonayán en menos de 10 minutos, eso aunado a las 5 cervezas y los dos tragos de vodka que ya traía encima, provocó efectos desastrosos en mi persona.
Inmediatamente tras la final estuve felicitando a Madrigal y echando desmadre con él y sus cuates, que la foto, que la entrega del premio, que el pentacampeón, que la chingada. De repente, borrón de memoria y lo siguiente que recuerdo es que estaba platicando en medio de la fiesta con cuatro o cinco gays que estaban ahí, y no recuerdo por qué, pero les estaba diciendo frases como: “por mí si son putos está bien”, “allá ustedes, cada quien hace de su culo un papalote”, “es más, hacen falta huevos para aceptarlo”, “chido por ustedes, yo no soy, pero respeto” y demás, cuando (esto ya no lo recuerdo, pero Changos jura y perjura que fue así) él iba pasando y yo le dije: “ven, ven, mira, –mientras lo tomaba del hombro y señalaba uno a uno a mis interlocutores- estos güeyes dan las nalgas, pero no hay peeeeeedo”. La verdad todavía no me explico como no me partieron la madre.
Más espacio en blanco y siguiente recuerdo yo sentado en la banqueta entre dos carros, mirando fijamente al suelo y vomitando. Changos al pendiente. Siguiente recuerdo, yo tirado en el patio de la casa del Coyote, dormitando, despertándome por completo sólo para vomitar de nuevo. Changos al pendiente todavía. Siguiente recuerdo: veo el reloj, son las 2:45 de la mañana, llevo algo así como 3 horas en estado etílico, así que decido que ya estuvo, sin más, me levanto de madrazo, veo a mi carnal y le digo: “ya vámonos”, nos dirigimos al carro, abro la puerta, me subo al carro, cierro la puerta, abro la puerta, vomito, cierro la puerta, prendo el carro y vámonos. Conciente de que no andaba bien maneje peor que viejita yendo una hora temprano a misa en domingo. Llegamos a mi casa, abro la puerta del carro, vomito, cierro la puerta, meto el carro y a dormir en mi cuarto.
Chinga, y yo que llevaba 10 meses sin ponerme una peda tan descomunal, todo por ambicioso y retar a Madrigal, ni pedo, lo volvería a hacer, quiero el premio. Que buen Cheveton, espero que no sea el último al que asisto (ehhhh, Coyote).
A todo esto, no hay que ser culeros y reiteremos nuestra felicitación al Coyote que cumplió años hace ya casi mes y medio. Se está convirtiendo en un hombre, snif, snif.
(Fotos
aquí)