Kai-Lan, sentado frente a mí toma una graciosa postura simiesca y sonríe amistoso… estamos bajo el techo de su “champa” erigida en un claro de la selva Lacandona. Las tres mujeres de Kai-Lan están cerca de nosotros, sus tres “kikas”. Jacinta, niña casi; Jova, anciana reservada y Nachak’in, hembra en plenitud. Las dos primeras trabajan haciendo tortillas y revolviendo un faisán al fuego respectivamente. La tercera permanece impávida ante el ajetreo de sus compañeras.
-Y ésa –pregunté a Kai-Lan señalando a Nachak’in- ¿por qué no trabaja?
-No trabaja en el día –dice-, a la noche sí… A ella toca subir a la hamaca de Kai-Lan.
Fuera de la “champa”, la selva. Frente a la casa de Kai-Lan , se alza el templo del que él es Gran Sacerdote, al mismo tiempo que acólito y fiel. El templo es una barraca techada con hojas de palma; sólo tiene un muro, que ve al poniente; adentro, caballetes de rústica talla y, sobre ellos, los incensarios o braserillos de barro crudo, que son deidades doblegadoras de las pasiones, moderadoras de los fenómenos naturales que en la selva se desencadenan con furia diabólica…
Junto al templo, la parcela de maíz cultivada cuidadosamente; matas vigorosas se alzan del suelo más de dos palmos entre las paredes de los hoyancos cavados a “coa”, y abajo, el río Jataté.
Me he puesto de pie y cuando me dispongo a salir, gotas enormes me detienen; la tormenta se ha desencadenado. El rayo brama a poco bajo un techo color de acero que se ha interpuesto entre la selva y el sol; la tormenta se abate sobre las ramazones de los árboles que rascan la costra de las nubes.
Kai-Lan se pone de pie, mira hacia fuera por entre la tupida cortina que descuelga el temporal. Habla en lacandón a las mujeres, quienes ven hacia el punto que el hombre señala. Yo hago lo mismo.
-El río, es el río –me dice Kai-Lan en castellano.
En efecto, el Jataté se ha hinchado; sus aguas arrastran como pajillas troncos, ramas y piedras.
El lacandón vuelve a hablar con sus esposas; Jova va hacia el fondo de la “champa” y remueve con sus manos un montón de arcilla seca, al tiempo que Kai-Lan, provisto de un gran calabazo, sale a la tormenta, para regresar a poco… voltea sobre la arcilla el agua que ha traído en el calabazo y repite la maniobra una vez y otra; el agua y la arcilla han hecho un barro que el hombrecillo amasa. Cuando ha encontrado el punto pastoso y moldeable en la arcilla, emprende otro viaje en medio de la tempestad; lo vemos entrar al templo y destruir con furia mística los braseros de deidades. Luego que ha terminado con el último, retorna a la “champa”.
-Los dioses son viejos… ya no sirven –me dice-. Yo haré otro, fuerte y valiente, que acabe con el agua.
…Y Kai-Lan, echado frente al montón de barro, empieza a modelar con insospechada maestría un nuevo incensario, un dios lucido y potente, capaz de conjurar a las nubes que ahora se desprenden sobre el “caribal” y sobre el río.
Las “kikas” han vuelto discretamente la espalda al hombre, hablan entre sí en voz baja. De pronto Nachak’in arriesga una mirada que Kai-Lan sorprende. El hombrecito se ha puesto de pie, grita roncamente, bate sus manos al aire presa de furores; Nachak’in, vuelta de nuevo hacia la pared y con la cabeza baja, resiste humildemente la reprimenda… Kai-Lan ha deshecho, convulso de ira, la obra casi terminada: Dios ha vuelto a sucumbir en manos del hombre.
Cuando el lacandón se cerciora de que el ojo impuro de las hembras no mancillará la obra divina, intenta de nuevo erigirla.
…Ya está, es un bello incensario de apariencia zoomorfa. Kai-Lan se muestra muy satisfecho de su trabajo; lo mira de hito en hito, lo retoca, lo pule… Lo aprecia a distancia en todos sus ángulos y acaba por ocultarlo bajo el vuelo de su túnica, para salir con él entre la ventisca y con dirección al templo… Entroniza en el caballete al dios flamante, fresquecito aún.
El vendaval sigue entre lamentos de árboles desgajados y estruendo de torrentes; el Jataté se ha tornado soberbio, sus aguas suben de nivel alarmantemente… Ahora amenazan desbordarse, ya chapotean los ribazos que protegen la milpa. Kai-Lan se ha dado cuenta del peligro; bajo el techo del templo observa inquieto el amago del río. Mas la tempestad no cede, los nubarrones columpian de las cumbres y dejan caer sobre el “caribal” su sombra. La noche se precipita… Veo la silueta de Kai-Lan ir hasta el ara, tomar al dios entre sus manos, destruirlo y después, presa de furores, arrojar los fragmentos de barro a las lagunetas que se han formado frente a su “champa”… ¡Dios inútil, dios negado, imbécil dios…!
Kai-Lan emprende otra vez la tarea.
Y ya tenemos ante nosotros al nuevo dios que ha brotado de sus manos mágicas. Este es más basto que el anterior, pero menos hermoso… alza entre sus brazos el incensario y cuando se asegura que no ha sido profanado por la mirada de las hembras, sonríe y se dispone a trasladarlo a sus altares.
Las sombras de la noche empapada ya no me permiten ver la maniobra de Kai-Lan en oficio de Sumo Sacerdote; mis ojos apenas perciben la lucecilla intermitente que arde sobre los lomos de la deidad recién modelada y el parpadeo angustioso de la hoguera perpetua alimentada con leños húmedos.
Noto que la tormenta ha cesado… Como llegó se fue, sin aparatos espectaculares, de improviso, tal como se presenta o se ausenta todo en la selva: la alimaña, el rayo, el viento, el brote, la muerte…
Kai-Lan sale del templo, lanza alaridos de júbilo.
-No hay en toda la selva uno como Kai-Lan para hacer dioses… ¿Verdad que salió bueno? Mató a la tormenta… -me dice orgulloso.
Muy diferente el caso del cuento al de nuestra realidad, por un lado un indígena que aún mantiene sus creencias prehispánicas, por otro, una sociedad idiotizada y perfectamente manejable.
Fragmentos del cuento “El Diosero” de Francisco Rojas González.
-Y ésa –pregunté a Kai-Lan señalando a Nachak’in- ¿por qué no trabaja?
-No trabaja en el día –dice-, a la noche sí… A ella toca subir a la hamaca de Kai-Lan.
Fuera de la “champa”, la selva. Frente a la casa de Kai-Lan , se alza el templo del que él es Gran Sacerdote, al mismo tiempo que acólito y fiel. El templo es una barraca techada con hojas de palma; sólo tiene un muro, que ve al poniente; adentro, caballetes de rústica talla y, sobre ellos, los incensarios o braserillos de barro crudo, que son deidades doblegadoras de las pasiones, moderadoras de los fenómenos naturales que en la selva se desencadenan con furia diabólica…
Junto al templo, la parcela de maíz cultivada cuidadosamente; matas vigorosas se alzan del suelo más de dos palmos entre las paredes de los hoyancos cavados a “coa”, y abajo, el río Jataté.
Me he puesto de pie y cuando me dispongo a salir, gotas enormes me detienen; la tormenta se ha desencadenado. El rayo brama a poco bajo un techo color de acero que se ha interpuesto entre la selva y el sol; la tormenta se abate sobre las ramazones de los árboles que rascan la costra de las nubes.
Kai-Lan se pone de pie, mira hacia fuera por entre la tupida cortina que descuelga el temporal. Habla en lacandón a las mujeres, quienes ven hacia el punto que el hombre señala. Yo hago lo mismo.
-El río, es el río –me dice Kai-Lan en castellano.
En efecto, el Jataté se ha hinchado; sus aguas arrastran como pajillas troncos, ramas y piedras.
El lacandón vuelve a hablar con sus esposas; Jova va hacia el fondo de la “champa” y remueve con sus manos un montón de arcilla seca, al tiempo que Kai-Lan, provisto de un gran calabazo, sale a la tormenta, para regresar a poco… voltea sobre la arcilla el agua que ha traído en el calabazo y repite la maniobra una vez y otra; el agua y la arcilla han hecho un barro que el hombrecillo amasa. Cuando ha encontrado el punto pastoso y moldeable en la arcilla, emprende otro viaje en medio de la tempestad; lo vemos entrar al templo y destruir con furia mística los braseros de deidades. Luego que ha terminado con el último, retorna a la “champa”.
-Los dioses son viejos… ya no sirven –me dice-. Yo haré otro, fuerte y valiente, que acabe con el agua.
El sábado pasado hubo dos acontecimientos que me molestaron un poco. No porque me afectaran directa o indirectamente, sino porque despertaron en mí un sentimiento que quizá pueda describirse como pena ajena… o propia.
No es un secreto el hecho de que los mexicanos somos uno de los pueblos con mayor número de supersticiones, lo cual no necesariamente es malo, pero el problema viene cuando nos creemos cualquier cosa permitiendo que cualquiera nos de atole con el dedo.
Primero, cierto amigo de mi hermano que también tiene blog pero no voy a decir quien es porque soy buen pedo (baaaah, no soy tanto, cómo eres pendejo César) sale con la mamada de que si está lloviendo basta con clavar una navaja en la tierra para que se detenga –no mágicamente, sino por obra del efecto del magnetismo- cualquier diluvio universal. Pinche Noe pendejo, ahí anda construyendo un arca gigante y llevando un inventario de animales de cada especie cuando el cabrón lo único que necesitaba hacer era clavar un pinche cuchillito en la sagrada tierra en la que también meaba (no me digan que ya existían las letrinas). Sí, Dios es culero y lo hizo trabajar de más.
Si tan fácil es hacer que deje de llover, entonces también cagadísimo ha de ser hacer que llueva, ¿no?, aplicando la misma lógica, sólo tenemos que quitar cualquier objeto metálico del suelo para hacer que de inmediato el cielo se torne nublado y enromes gotas de agua caigan sobre nosotros. ¿Qué?, ¿no?, ¿aquí no aplica la lógica?, a pooooooooooco.
Dos, mientras comía y miraba la televisión salió anunciada una tal Madame je-te-hago-güey (¿Walter Mercado?, no, ese a parte de todo me caga por puto) que es capaz de resolver cualquier tipo de problema que tengas, por teléfono y solamente con la ayuda del tarot (o una madre así, las bolas de cristal pasaron de moda –nada más las de cristal-), chingao, de haber sabido, habría que presentársela a Fox para que este país fuera reprospero y bonito. No me encabrona el hecho de que haya gente que quiera cobrar $20 por minuto mientras lee un guión prefabricado para hacerte pensar que te está diciendo tu fortuna, más bien me frustra que exista personas que se lo crean.
Otra costumbre que tenemos gran parte de los mexicanos es preguntar en cuanto acabamos de conocer a alguien: ¿qué signo zodiacal eres?, pffft, se me olvidaba que la producción humana terrestre cumple los mismo estándares por mes, entonces no importan mis genes, ni la educación que reciba, ni mi entorno, ni mis ideales, ni lo que mis huevos manden; todo lo definen los planetitas con su lento pero seguro andar. Por cierto, soy capricornio, ya pueden decir que me conocen.
No es un secreto el hecho de que los mexicanos somos uno de los pueblos con mayor número de supersticiones, lo cual no necesariamente es malo, pero el problema viene cuando nos creemos cualquier cosa permitiendo que cualquiera nos de atole con el dedo.
Primero, cierto amigo de mi hermano que también tiene blog pero no voy a decir quien es porque soy buen pedo (baaaah, no soy tanto, cómo eres pendejo César) sale con la mamada de que si está lloviendo basta con clavar una navaja en la tierra para que se detenga –no mágicamente, sino por obra del efecto del magnetismo- cualquier diluvio universal. Pinche Noe pendejo, ahí anda construyendo un arca gigante y llevando un inventario de animales de cada especie cuando el cabrón lo único que necesitaba hacer era clavar un pinche cuchillito en la sagrada tierra en la que también meaba (no me digan que ya existían las letrinas). Sí, Dios es culero y lo hizo trabajar de más.
Si tan fácil es hacer que deje de llover, entonces también cagadísimo ha de ser hacer que llueva, ¿no?, aplicando la misma lógica, sólo tenemos que quitar cualquier objeto metálico del suelo para hacer que de inmediato el cielo se torne nublado y enromes gotas de agua caigan sobre nosotros. ¿Qué?, ¿no?, ¿aquí no aplica la lógica?, a pooooooooooco.
Dos, mientras comía y miraba la televisión salió anunciada una tal Madame je-te-hago-güey (¿Walter Mercado?, no, ese a parte de todo me caga por puto) que es capaz de resolver cualquier tipo de problema que tengas, por teléfono y solamente con la ayuda del tarot (o una madre así, las bolas de cristal pasaron de moda –nada más las de cristal-), chingao, de haber sabido, habría que presentársela a Fox para que este país fuera reprospero y bonito. No me encabrona el hecho de que haya gente que quiera cobrar $20 por minuto mientras lee un guión prefabricado para hacerte pensar que te está diciendo tu fortuna, más bien me frustra que exista personas que se lo crean.
Otra costumbre que tenemos gran parte de los mexicanos es preguntar en cuanto acabamos de conocer a alguien: ¿qué signo zodiacal eres?, pffft, se me olvidaba que la producción humana terrestre cumple los mismo estándares por mes, entonces no importan mis genes, ni la educación que reciba, ni mi entorno, ni mis ideales, ni lo que mis huevos manden; todo lo definen los planetitas con su lento pero seguro andar. Por cierto, soy capricornio, ya pueden decir que me conocen.
…Y Kai-Lan, echado frente al montón de barro, empieza a modelar con insospechada maestría un nuevo incensario, un dios lucido y potente, capaz de conjurar a las nubes que ahora se desprenden sobre el “caribal” y sobre el río.
Las “kikas” han vuelto discretamente la espalda al hombre, hablan entre sí en voz baja. De pronto Nachak’in arriesga una mirada que Kai-Lan sorprende. El hombrecito se ha puesto de pie, grita roncamente, bate sus manos al aire presa de furores; Nachak’in, vuelta de nuevo hacia la pared y con la cabeza baja, resiste humildemente la reprimenda… Kai-Lan ha deshecho, convulso de ira, la obra casi terminada: Dios ha vuelto a sucumbir en manos del hombre.
Cuando el lacandón se cerciora de que el ojo impuro de las hembras no mancillará la obra divina, intenta de nuevo erigirla.
…Ya está, es un bello incensario de apariencia zoomorfa. Kai-Lan se muestra muy satisfecho de su trabajo; lo mira de hito en hito, lo retoca, lo pule… Lo aprecia a distancia en todos sus ángulos y acaba por ocultarlo bajo el vuelo de su túnica, para salir con él entre la ventisca y con dirección al templo… Entroniza en el caballete al dios flamante, fresquecito aún.
El vendaval sigue entre lamentos de árboles desgajados y estruendo de torrentes; el Jataté se ha tornado soberbio, sus aguas suben de nivel alarmantemente… Ahora amenazan desbordarse, ya chapotean los ribazos que protegen la milpa. Kai-Lan se ha dado cuenta del peligro; bajo el techo del templo observa inquieto el amago del río. Mas la tempestad no cede, los nubarrones columpian de las cumbres y dejan caer sobre el “caribal” su sombra. La noche se precipita… Veo la silueta de Kai-Lan ir hasta el ara, tomar al dios entre sus manos, destruirlo y después, presa de furores, arrojar los fragmentos de barro a las lagunetas que se han formado frente a su “champa”… ¡Dios inútil, dios negado, imbécil dios…!
Durante el transcurso de la semana fui descubriendo –o más bien notando- otras creencias que me dejaron perplejo, el martes fue 21 de marzo, inicio de la primavera en el hemisferio norte y día no hábil en México, pues festejamos el natalicio de uno de los presidentes con más huevos que hemos tenido (muchos van a saltar aquí, lo se). No se de donde salió la creencia de que este tan soleado día sirve para cargarse de energía, chingao, si no saben lo que significa la palabra equinoccio no tiene que andarle inventando significados esotéricos. Acá a 30 minutos de Querétaro hay un lugar llamado Bernal, donde hay una piedra, que digo piedra, piedrota, un monolito, el segundo o tercero más grande del mundo (todavía no se ponen de acuerdo). Pues Bernal siempre recibe miles de turistas este día, todos vestidos de blanco (¿?) para cargarse de energía y rendir lo esperado además de tener buena fortuna el resto del año. Ahhh cabrón, ¿traen una pila recargable?, ¿y dónde la guardan?, ¿en el culo?, o quizá en esa cavidad donde debería ir el cerebro, sí, tal vez.
A la piedrota esta mejor conocida como Peña de Bernal le han inventado muchas historias, desde que atrae mucha energía (por eso ir el 21 de marzo) pasando por que es un imán para Ovnis, o que adentro en realidad hay una gran acumulación de agua, hasta que está infestada de brujas, de esas que vuelan con escoba y tienen una verruga en la nariz. Al único que veo ganón aquí es al gobierno de Ezequiel Montes, municipio al que pertenece Bernal.
Después, el miércoles, mientras daba mi servicio social en el INEA, escuche a dos señoras comentar que para que el cabello le crezca más rápido tiene que cortárselo en luna creciente. No me imagino como diablos se habrá hecho esa asociación, quizá la frase luna CRECIENTE tenga algo que ver con que CREZCA el cabello. ¿Ven la relación?, ambas son formas del verbo CRECER. Estoy sorprendido. Se chinga el cuerpo, si te cortas el pelo en esa época del mes, tiene que darle con todo al cabello, no importa que no produzca suficientes glóbulos rojos o descomponga los azúcares, tiene que hacerle caso a la luna. Mujeres: aguas si se depilan en luna creciente, o ya saben que pasa.
¿De dónde sale tanta mamada? -pregúntome yo-. Y lo peor de todo, ¿por qué nos la creemos?, lo más triste es que sí se porque nos creemos todo ese tipo de ¿conocimientos empíricos?.
La verdad ni siquiera se por qué me molesta, me viene valiendo madres si Juan Pérez gasta $100 preguntando por teléfono si su esposa lo engaña, cuando pudo haberlos gastado en una línea caliente. No me afecta en lo más mínimo que Jacinta Martínez se corte el pelo en luna creciente, ni que Claudia crea que Joel es el amor de su vida porque Piscis es compatible con Aries. Tal vez la culpa sea de ese falso sentimiento patriota que nos inculcan desde mocosos, quizá estoy siendo igualmente idiota, a fin de cuentas, nada me impide aprovecharme de que la gente crea esas cosas y hacer mi agosto, digo, si se creen eso, yo podría inventar cualquier estupidez e igual se difundiría. Sin embargo, me encabrona. Triste que los mexicanos nos creamos tanta mamada, ¿no?
Retorna a la “champa”, increpa entonces con palabras violentas a las mujeres, quienes voltean de nuevo sus caras hacia el muro de hojas de palma.A la piedrota esta mejor conocida como Peña de Bernal le han inventado muchas historias, desde que atrae mucha energía (por eso ir el 21 de marzo) pasando por que es un imán para Ovnis, o que adentro en realidad hay una gran acumulación de agua, hasta que está infestada de brujas, de esas que vuelan con escoba y tienen una verruga en la nariz. Al único que veo ganón aquí es al gobierno de Ezequiel Montes, municipio al que pertenece Bernal.
Después, el miércoles, mientras daba mi servicio social en el INEA, escuche a dos señoras comentar que para que el cabello le crezca más rápido tiene que cortárselo en luna creciente. No me imagino como diablos se habrá hecho esa asociación, quizá la frase luna CRECIENTE tenga algo que ver con que CREZCA el cabello. ¿Ven la relación?, ambas son formas del verbo CRECER. Estoy sorprendido. Se chinga el cuerpo, si te cortas el pelo en esa época del mes, tiene que darle con todo al cabello, no importa que no produzca suficientes glóbulos rojos o descomponga los azúcares, tiene que hacerle caso a la luna. Mujeres: aguas si se depilan en luna creciente, o ya saben que pasa.
¿De dónde sale tanta mamada? -pregúntome yo-. Y lo peor de todo, ¿por qué nos la creemos?, lo más triste es que sí se porque nos creemos todo ese tipo de ¿conocimientos empíricos?.
La verdad ni siquiera se por qué me molesta, me viene valiendo madres si Juan Pérez gasta $100 preguntando por teléfono si su esposa lo engaña, cuando pudo haberlos gastado en una línea caliente. No me afecta en lo más mínimo que Jacinta Martínez se corte el pelo en luna creciente, ni que Claudia crea que Joel es el amor de su vida porque Piscis es compatible con Aries. Tal vez la culpa sea de ese falso sentimiento patriota que nos inculcan desde mocosos, quizá estoy siendo igualmente idiota, a fin de cuentas, nada me impide aprovecharme de que la gente crea esas cosas y hacer mi agosto, digo, si se creen eso, yo podría inventar cualquier estupidez e igual se difundiría. Sin embargo, me encabrona. Triste que los mexicanos nos creamos tanta mamada, ¿no?
Kai-Lan emprende otra vez la tarea.
Y ya tenemos ante nosotros al nuevo dios que ha brotado de sus manos mágicas. Este es más basto que el anterior, pero menos hermoso… alza entre sus brazos el incensario y cuando se asegura que no ha sido profanado por la mirada de las hembras, sonríe y se dispone a trasladarlo a sus altares.
Las sombras de la noche empapada ya no me permiten ver la maniobra de Kai-Lan en oficio de Sumo Sacerdote; mis ojos apenas perciben la lucecilla intermitente que arde sobre los lomos de la deidad recién modelada y el parpadeo angustioso de la hoguera perpetua alimentada con leños húmedos.
Noto que la tormenta ha cesado… Como llegó se fue, sin aparatos espectaculares, de improviso, tal como se presenta o se ausenta todo en la selva: la alimaña, el rayo, el viento, el brote, la muerte…
Kai-Lan sale del templo, lanza alaridos de júbilo.
-No hay en toda la selva uno como Kai-Lan para hacer dioses… ¿Verdad que salió bueno? Mató a la tormenta… -me dice orgulloso.
Muy diferente el caso del cuento al de nuestra realidad, por un lado un indígena que aún mantiene sus creencias prehispánicas, por otro, una sociedad idiotizada y perfectamente manejable.
Fragmentos del cuento “El Diosero” de Francisco Rojas González.
6 comentarios:
Pues yo creo que te la comes...
Hey:
Interesante cuento y pues si, es la idiosincracia del ser humano, siempre necesitamos o creemos necesitar creer en alguien superior Mulder el Filosófico?
Missing, me recordaste una excelente canción de Fool's Garden, sí esos de Lemon Tree o algo así, canción asquerosa, pero tiene un disco muy bueno (For Sale) donde Missing sobresale.
Lo peor de todo es que la mayoría de las personas saben que son puras mamadas pero ahí andan de pederos.
no mames, pinche gente como es pendeja...
Una navaja en la tierra... pfff.
Yo no creo pendejadas... tampoco les crei a esos que me dijeron que Mulder NO se la come
Si de verdad la cosa no te afectara indirecta o directamente creo que no escribirías sobre lo que la gente quiere creer, a fin de cuentas nuestro país está lleno de ese tipo de sugestiones y es parte de la cultura mexicana, yo no creo en esas cosas -obvio- y tampoco pago para que me digan el futuro pero creo que si la gente es feliz pagando por esas "mamadas" pues que las sigan pagando, a fin de cuentas uno es feliz como le da la gana y a fin de cuentas todos y digo todos hemos creído alguna vez o nos hemos sugestionado así que "no mames"
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