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Es un hecho científicamente comprobado. Según la división de estudios científicos y lingüísticos de elmulder.blogspot.com, un hombre que haya tenido una vida promedio de 77 años habrá pasado el 0.7% de ella mirando hacia la pared y/o el techo de algún baño, es decir, 7 meses 13 días 21 horas y 14 segundos.

¿A qué se debe este fenómeno? La respuesta es extensa:

Es raro, pero existe entre los machos (a huevo, los perros hacen lo mismo, y los conejos, nos aventuraríamos a decir que todos los animales, pero en realidad no queremos perder seriedad, así que lo dejaremos en todos los mamíferos -portadores de un cromosoma ‘Y’, que quede claro-) cierto código de ética que dicta que al orinar en un baño público debes voltear hacia enfrente o hacia arriba, nunca para abajo y menos a los lados.

¿Por qué se suscita este extraño fenómeno? Bueno, sencillo, habemos quienes estamos muy cabrones, es decir, muy pitones, monstruosos, alcanzamos medidas de pulgadas más allá del pie (lo sé, difícil de creer pero fácil de comprobar, mujeres: favor de hacer cita, ya las atenderé). Entre nosotros existe además cierto código moral, no podemos voltear hacia abajo y menos hacia los costados porque en caso de que junto a nosotros estuviera orinando un pobre ser no tan bien dotado estallaríamos en una risa loca e incontrolable, haríamos sentir mal al individuo en cuestión y para colmo lo dejaríamos nadando en meados, al igual que al resto del baño debido a la sacudida que la carcajada nos provocaría. En caso de que nos topáramos con otro de nuestro calibre no pasaría de unos cuantos espadazos y un intercambio de saludos.

Como ya mencioné, también existen los que tienen un pitillo, es decir, un “tilín”, también conocido como “pirrín”. Ellos evitan voltear hacia los costados porque en caso de toparse con tremendo mastodonte (como los que solemos portar algunos) estallarían en llanto y caerían en una depresión de la que ni la mejor pornografía los sacaría (de hecho, esto los hundiría más, pues sólo les recordaría la causa de sus pesares). En caso de encontrarse con otro ser de sus “tamaños” no pasaría de un disimulado intercambio de abrazos, condolencias y pesares.

Uno nunca sabe lo que se puede topar al lado, por eso es mejor no voltear.

Ok, hasta aquí, ya quedó explicada la razón de por qué pasamos tanto tiempo mirando hacia otro lado mientras orinamos. Hay casos muy extraños en los que solemos voltear hacia donde se dirige nuestro chorro (o gotitas, según sea el caso), como son: al mear en casa ajena estando pedo, uno nunca quiere manchar el baño de alguien más, a menos que le caiga mal; al querer dibujar o escribir en el suelo con el producto de lo que sale directito de nuestra vejiga o al querer mear a algo/alguien, como puede ser algún insecto (mear en un hormiguero es genial, se alocan todas, como si les hubieras tapado el hoyo), o al amigo perdido de borracho que está tirado en el jardín. Pero éstas condiciones no hacen más que sumar el 0.05% del tiempo de vida del hombre promedio, como tal cantidad es despreciable, no fue objeto de estudio de esta seria investigación.

Bueno, ahora ya conocemos el dato y su causa: 0.7% de nuestras vidas perdido mirando una pared aburrida, fea y muchas veces hasta húmeda y maloliente en la que dependiendo del grado de pedez podemos ver manchas, humedad, patrones en el azulejo o hasta la mismísima Virgen y no precisamente abierta de patas.

Ustedes no lo notaron, seres inferiores, pero acabo de dar en el blanco. He descubierto uno de los momentos más sensitivos de la vida de un hombre. ¿Cuándo se es más perceptivo que cuando tienes el pito de fuera y en la mano?

He aquí ante ustedes la idea, como diamante en bruto (ya patentada por mí, bola de gandallas): pantallas publicitarias sobre los mingitorios y excusados. Gracias, gracias, de verdad, gracias, pero guarden sus aplausos para después, aún no he terminado. Todavía falta pulir un poco las cosas para sacar el máximo provecho. ¿Cómo es esto? Pongan atención.

Primero, como ya lo mencioné, estamos en uno de los momentos más perceptivos de la vida de un hombre, por lo que una publicidad medianamente agresiva, o no tan sugerente sería suficiente para querer hacernos comprar/contratar/hacer casi cualquier cosa. Imaginen los milagros que se lograrían contando con las mentes brillantes detrás de las campañas de Coca-Cola, Microsoft, Sony, “Chente” Fox, etc.

Segundo y muy importante (como ya lo mencioné arriba): no todos los hombres somos iguales. De acuerdo a los resultados obtenidos por diversos estudios elaborados por diferentes comunidades científicas, hemos llegado a la conclusión de que los hombres se pueden clasificar de acuerdo al tamaño de su falo en:

-Falso Profeta (también conocido como el pequeño Johnny Laboriel).
-Asiáticos (o amarillos).
-Sajones.
-Árabes.
-Latinos (aquí vamos los mexicanos).
-Negros (semejantus pitototototus).

Por eso es que junto con la pantalla donde se proyectaran los comerciales, vendrá un dispositivo láser de medición y reconocimiento de penes.

Así es, en cuanto uno se pose frente a la pantalla, y saque a panchito a hacer las de fuente, se disparará el láser que medirá el tamaño de su miembro en cuestión y de acuerdo a los resultados obtenidos mostrará publicidad “a la medida” del individuo.

Con el tiempo, la versión 2.0 de este fabuloso invento irá distinguiendo no solo las diferentes razas de hombres, sino al hombre en cuestión, y por medio de la red que los unirá, obtendremos la base de datos más grande de pendes del mundo. Ok, esto se está poniendo muy gay.

Por medio de esto, lograremos identificar no solamente al individuo, sino los lugares que visita y la frecuencia con que lo hace, obteniendo así el perfil de cada sujeto y presentándole cada vez publicidad más adecuada para él y nuestros anunciantes, aumentando así el porcentaje de relación entre anuncio mostrado-venta hecha.

¿Por qué puedo afirmar que esto me hará más millonario que cualquier otro cabrón en el planeta? Veamos, no en todas las casas hay una computadora, ni siquiera en todas las computadoras hay software de Microsoft. Tampoco en todas las casas hay teléfonos ni todos tiene un celular (móvil), ni todas las clases sociales tienen acceso a tiendas departamentales. Pero… PERO en todas las casas, TODAS, sin importar religión, raza, clase social o lo que quieras, en todas las casa hay un baño (aunque sea la parte de atrás). Mínimo.

La instalación no tendrá costo alguno para ustedes, no os preocupéis, es más, tampoco tendrá un costo alguno para mí, mi idea es tan genial que se pagará sola, con los anticipos de los anunciantes.

Y por si fuera poco, esto no es opcional, papá gobierno (de cualquier país) al ver la cantidad de dinero que recibirá tan sólo de impuestos, emitirá de inmediato leyes y decretos que harán obligatoria la existencia de estos displays publicitarios en cada baño del territorio nacional. El mundo será invadido.

Dios (dinero) bendiga al capitalismo.

Gracias, gracias por sus aplausos, lo sé, soy brillante, gracias, tomen asiento, no, no, no se me abalancen mujeres, bueno, tú y tú sí, gracias.



Nota: Dios me dio a escoger entre habilidades de diseñador gráfico o parecer africano y no precisamente por el color. Eso explica lo pinche de mis dibujos.