First Kiss: Good Kiss

Nos conocíamos desde que tengo memoria, que para ese entonces debían ser algo así como 5 años. Era común que nuestros papás se juntaran en la casa de alguno de los dos, obviamente ahí íbamos nosotros de arrimados. Siempre fuiste una niña sin inhibiciones.

Yo me encontraba en algún lugar cercano a la frontera entre los 7 y los 8 años, tú eres año y medio menor que yo. Como ya mencioné, tu educación siempre fue muy liberal, y yo lo agradezco. Estábamos sentados en un sillón rojo, juntos, jugando.

Frente a nosotros, en un rincón de la misma habitación, nuestros hermanos de 4 y 3 años jugando con carritos y monitos. No recuerdo de que hablábamos tú y yo (¿de qué se puede hablar a esa edad?), estoy seguro que no era de algún tema convencional entre una pareja de niños.

¡Lo acabo de hacer!, recuerdo (mientras releía esto, después de haberlo terminado de escribir), (a huevo, mi mente es poca madre, guarda todo, sólo tengo que buscar un rato y ¡zaz!, ahí está de golpe), platicábamos a cerca de besos, si alguna vez habíamos besado a alguien. Los dos respondimos que no y tú propusiste que lo hiciéramos.

De alguna forma, nos acercamos y nos besamos, separándonos de inmediato para que nuestros hermanos menores no notaran lo que sucedía. Los dos nos miramos de una manera maliciosa, malicia poco común en alguien de nuestra edad, te acababan de regalar un paraguas. Lo tomaste, lo abriste y lo acomodaste de manera que obstruyera la visión de los niños casi bebes que se encontraban en el suelo frente a nosotros. Acercamos nuestras caras de nuevo, nuestros labios se tocaron, abrimos las bocas y comenzamos a jugar con nuestras lenguas. Recuerdo perfectamente aquella sensación de bienestar que esta actividad provocaba en mi entrepierna. Mis primeras erecciones debidas al contacto con una mujer, las primeras erecciones que recuerdo.

Ni si quiera notamos en qué momento nuestros hermanos salieron del cuarto, no podría decir cuanto tiempo dedicamos a ese gratificante descubrimiento, ¿5 minutos?, ¿20?, ¿40?

Al bajar las escaleras ahí estaban nuestros papas: “¿qué se estaban dando besos?”. “No, ¿besos?, ¿quién dice?” dije a mis cortos 8 años, pero a los cuales ya tenía bastante desarrollada la habilidad de mentir. “Sus hermanitos”, “sí, los vimos” replicó tu hermano. “No mamá, ¿cómo crees?” dijiste y fue lo último que se habló del asunto. Dada la actitud que tomaron nuestros papas supongo que nos creyeron a nosotros, pues no volvieron a tocar el tema.

- ¡¡¡Mónica!!!, claro que me acuerdo de ti – dije en el camión aquella tarde de Lunes, más de 10 años después.

Me comentaste que trabajabas en un diario localizado en el centro de la ciudad, que no estabas estudiando, me preguntaste cómo iban las cosas conmigo. Me sorprendí gratamente al ver que aún conservabas esa esencia tan fresca, esa manera de desenvolverte en cualquier ambiente sin ningún problema, tu tono alegre de hablar y esa sonrisa que siempre aparecía al término de una frase. Bajamos del camión en el mismo lugar, intercambiamos teléfonos y nos despedimos.

Aunque me dio gusto verte, no era mi intención llamarte, yo tenía novia, Miriam. Tú tampoco pretendías hacerlo, o al menos nunca lo hiciste.

6 meses después nuestras madres se encontraron en la calle por casualidad. Tu mamá le platicó a la mía que tenías 8 meses de embarazada, y que estabas a punto de mudarte a vivir con tu novio.

Definitivamente nunca cambiaste, y me da gusto. Espero que seas feliz. Feliz como los recuerdos que me dejaste a tan corta edad....

¡¡Besucona!!