Che-chelas

Tengo una amiga que tiene un negocio de micheladas. Bueno, no es un negocio de micheladas, es EL NEGOCIO de micheladas de aquí de Querétaro, y el Coyote, conocedor al respecto, como buen potosino, no me dejará mentir.

Mulder es feliz yendo a dicho negocio, de ser posible cada semana, pidiendo micheladas de a litro que cuestan sólo $30 y saben mejor que el néctar fermentado de la fruta más deliciosa bebido directamente del mismísimo cáliz sagrado.

El problema es que hay gente muy, muy imbécil, lean el siguiente artículo:

Y sí, es cierto (en partes), desde hace meses (desde que abrió Che-chelas para ser exactos) la asociación de padres de familia del colegio Fray Luis de León (que pena decir que yo estudié ahí cuatro años de primaria, que bueno, por algo me salí, pinches andar poniéndome ceniza en la frente un miércoles al año, chinga) se la ha pasado friegue y friegue a mi amiga (Violeta) con que no mame, que su negocio está a una cuadra de la escuela, que vende micheladas a los mocosos menores de edad, y que la chingada. Ya una vez le clausuraron el negocio por dos viejas que no eran menores de edad pero tampoco traían su identificación, y me consta que desde entonces ha cuidado un chingo no romper ninguna de las reglas que debe respetar.

Aquí mi problema es con los poco brillantes padres de familia, y es que, ¿no pueden ver más allá de su nariz?, hasta la pregunta es necia, obviamente la respuesta es no. De alguna extraña (y por demás estúpida) manera han decidido que es mejor quitarle los vicios de enfrente a sus hijos que enseñarlos a lidiar con ellos, no me sorprendería para nada que estos mismos padres sean los que prefieren castigar a sus hijos porque les fue mal en un examen que ponerse a estudiar con ellos, carajo, ¿son imbéciles o qué?, los problemas se atacan de raíz.

Supongamos que mi amiga cede a las presiones de estos cuadrúpedos (piensan como tales) y se mueve a un lugar lejano, muy, muy lejano de esa escuela, a otro estado, o a otro país si quieren, lejos, lejos, bien pinche lejos. ¿Ya con eso sus hijitos santos jamás se pondrían pedos en toda su vida y se bañarían diario y comerían sus verduras y sacarían dieces en la escuela y nunca, nunca (Dios no lo quiera) se embarazarían fuera del matrimonio? La respuesta es un gran NO, ¿por qué?, porque para que sus hijos sean todo lo que sus padres desean que sean tendrían que cambiar de papas, así de fácil, punto.

Y ya no sigo hablando de eso porque ya me encabroné, ahora voy contra el pendejo periodista. Si leyeron bien y su capacidad de retención es mayor que la de un caracol recordarán que ahí dice que Violeta está buscando un lugar en la misma zona al cual mover su negocio. Ayer hablé con ella y la noté un tanto molesta porque al momento de la entrevista ella dijo que estaría dispuesta a cambiar de local si (SI Y SOLAMENTE SI) el gobierno le respeta su licencia, es decir, si no tuviera que volver a tramitarla y pagarla (que es lo que tiene que hacer si se cambia de dirección, es como si abriera otro negocio vamos), pequeño detalle que el imbécil este que redactó olvidó mencionar. Ahora lo otros imbéciles (los padres de familia) que hayan leído ese artículo van a empezar a chingar más con que cuando se cambia.

Ahhh, son mamadas. De puro coraje voy y me chingo una michelada, ¿será de piña, de mango, de tamarindo o una clásica?

Mejor las cuatro.