Es curiosa la cantidad y la variedad de programas que uno puede encontrar en una tarde de ocio. Así, he descubierto reality shows con ex-militares, series con contenido policíaco, programas de videos de la vida real, etc., etc., etc.; pero lo último que realmente llamó mi atención fue un programa llamado: “The Swan”.
Seguramente muchos de ustedes ya lo habrán visto, y sabrán que en él, al principio son seleccionadas dos mujeres feas, feas feas tan feas que bien podrían asustar al propio miedo. A lo largo de la hora de duración del mismo se nos muestra como comienzan un proceso de embellecimiento, pasando por cirugías plásticas, liposucciones, recuperaciones, maquillaje, peinados, sesiones de ejercicio, mascarillas de sabrá Dios que madres, etc.
Hay que resaltar que desde que ellas deciden participar en el programa, y comienzan su transformación contra la fealdad, dejan de verse en un espejo, durante semanas o quizá meses, hasta que el grupo de expertos encargados de este jueguito decide que están listas, obviamente, tras una larga sesión de maquillaje, peinados, un vestido aprieta-restos-de-lonjas y demás parafernalia femenina de la cual los hombres tenemos conocimientos nulos (por lo tanto nunca dejamos de asombrarnos).
Bueno, mi punto en este post, es lo realmente espeluznante que me parecieron las reacciones de estas mujeres al verse (chingos de dinero de por medio) completamente diferentes. Pareciera que acaban de revivirles a su padre muerto, o que se acaban de ganar 5 millones de dólares, no digo que parece que acaban de decirles que se van a casar con Brad Pitt, porque la mayoría de las concursantes ya tienen pareja, generalmente un güey a la altura de ellas… al inicio del programa. Entonces, me puse a pensar: “¿es tanto el afán de verse deseable?, ¿realmente es ese un trauma social que traemos arraigado en el fondo de nuestra conciencia?, de verdad, ¿es tan difícil estar a gusto consigo mismo sin saberse altamente atractivo para el sexo opuesto?, ¿realmente hay personas que basan su autoestima y por ende su seguridad en su apariencia física?”.
Después me puse a meditar (sí, con las piernas cruzadas formando la flor de loto, túnica blanca, brazos extendidos y todo), y sí, estoy de acuerdo en que siempre es bueno verse al espejo y observar en el reflejo algo agradable, después de todo, la primera impresión que tenemos de una persona al conocerla físicamente es precisamente la apariencia. ¿Cuántas veces no juzgamos a alguien por su forma de vestir o su peinado?, ¿cuántos blogs no reciben decenas o cientos de visitas al día solo porque su propietario(a) es atractivo(a)?.
Pero tras hilvanar una serie de pensamientos comencé a sentir pena y casi repudio por esas mujeres, por esa reacción que mostraba la desesperanza que sentían en la fealdad (a pesar de tener pareja). “Estúpidas” pensé, “basan gran parte de su felicidad en solo una cosa, en algo banal y sin sentido, en algo perecedero, si verse menos feas (hermosas es un término un poco elevado) las hace sentir tan bien, no quiero pensar lo horrible que debe ser su interior, ojalá pusieran el mismo empeño en cultivarse….”, y así, las juzgué al infinito.
Y justo cuando creía que había terminado y podía dedicar mi alta capacidad cerebral a otro tema de mayor relevancia, llegó, como un flash en mi cabeza un argumento que no pude contestar: “Mulder, no puedes juzgarlas, tú nunca has sido feo, por lo tanto no sabes lo que se siente”.
Ante la certeza de este razocinio, solo pude retractar todos mis pensamientos al respecto, dejarlas disfrutar en paz su nueva (y costosa) apariencia y cambiar de canal, buscando un nuevo programa para criticar.
Seguramente muchos de ustedes ya lo habrán visto, y sabrán que en él, al principio son seleccionadas dos mujeres feas, feas feas tan feas que bien podrían asustar al propio miedo. A lo largo de la hora de duración del mismo se nos muestra como comienzan un proceso de embellecimiento, pasando por cirugías plásticas, liposucciones, recuperaciones, maquillaje, peinados, sesiones de ejercicio, mascarillas de sabrá Dios que madres, etc.
Hay que resaltar que desde que ellas deciden participar en el programa, y comienzan su transformación contra la fealdad, dejan de verse en un espejo, durante semanas o quizá meses, hasta que el grupo de expertos encargados de este jueguito decide que están listas, obviamente, tras una larga sesión de maquillaje, peinados, un vestido aprieta-restos-de-lonjas y demás parafernalia femenina de la cual los hombres tenemos conocimientos nulos (por lo tanto nunca dejamos de asombrarnos).
Bueno, mi punto en este post, es lo realmente espeluznante que me parecieron las reacciones de estas mujeres al verse (chingos de dinero de por medio) completamente diferentes. Pareciera que acaban de revivirles a su padre muerto, o que se acaban de ganar 5 millones de dólares, no digo que parece que acaban de decirles que se van a casar con Brad Pitt, porque la mayoría de las concursantes ya tienen pareja, generalmente un güey a la altura de ellas… al inicio del programa. Entonces, me puse a pensar: “¿es tanto el afán de verse deseable?, ¿realmente es ese un trauma social que traemos arraigado en el fondo de nuestra conciencia?, de verdad, ¿es tan difícil estar a gusto consigo mismo sin saberse altamente atractivo para el sexo opuesto?, ¿realmente hay personas que basan su autoestima y por ende su seguridad en su apariencia física?”.
Después me puse a meditar (sí, con las piernas cruzadas formando la flor de loto, túnica blanca, brazos extendidos y todo), y sí, estoy de acuerdo en que siempre es bueno verse al espejo y observar en el reflejo algo agradable, después de todo, la primera impresión que tenemos de una persona al conocerla físicamente es precisamente la apariencia. ¿Cuántas veces no juzgamos a alguien por su forma de vestir o su peinado?, ¿cuántos blogs no reciben decenas o cientos de visitas al día solo porque su propietario(a) es atractivo(a)?.
Pero tras hilvanar una serie de pensamientos comencé a sentir pena y casi repudio por esas mujeres, por esa reacción que mostraba la desesperanza que sentían en la fealdad (a pesar de tener pareja). “Estúpidas” pensé, “basan gran parte de su felicidad en solo una cosa, en algo banal y sin sentido, en algo perecedero, si verse menos feas (hermosas es un término un poco elevado) las hace sentir tan bien, no quiero pensar lo horrible que debe ser su interior, ojalá pusieran el mismo empeño en cultivarse….”, y así, las juzgué al infinito.
Y justo cuando creía que había terminado y podía dedicar mi alta capacidad cerebral a otro tema de mayor relevancia, llegó, como un flash en mi cabeza un argumento que no pude contestar: “Mulder, no puedes juzgarlas, tú nunca has sido feo, por lo tanto no sabes lo que se siente”.
Ante la certeza de este razocinio, solo pude retractar todos mis pensamientos al respecto, dejarlas disfrutar en paz su nueva (y costosa) apariencia y cambiar de canal, buscando un nuevo programa para criticar.
6 comentarios:
Hay un error en tu razonamiento que hace que se venga abajo toda tu argumentacion.
No solo eres feo, sino que ademas, estas en denial.
Punto.
Aplausos.
no mamar, necesitas terapia cabron, el primer paso a salir adelante es la aceptación. Mientras sigas en denial vas a seguir estancado. "nunca he sido feo"....chale, es como si huevo dijera "nunca he sido ególatra"....o, supongo, tambíen como si él dijera el "nunca he sido feo".
Si, falta que al rato diga "Yo nunca me la he comido" cuando todos sabemos que Mulder se la come.
Mulder, efectivamente, se la come, y eso ya es cultura general.
Lo que no saben los de la chusma comun es que en realidad no sólo se la come, si no que se la COMEEEEEEEEEEE.
Pinches envidiosos.
He dicho.
Chale, nomás los que somos galanes y NO GASTAMOS TANTA FERIA EN UNA VIEJA somos felices.
En fin...
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