16 diciembre 2005

Otro Pinche Cuento

Aprovechando el ocio de estos días, ando escribiendo un cuento medio fantasioso que medio salio de la nada. Medio me gusta, medio no, tengo la historia medio pensada, está medio larga, y como además de medio escribir tengo otras ocupaciones (jugar play, leer, vagar, messengear, mirar a la pared, etc.) se los voy a aventar en capítulos. Éste es el primero, o más bien, iba a ser la introducción del primero, pero ya me dio hueva, así que les dejo mientras esto. Todavía no tiene título, seguro se me ocurrirá alguno mientras siga escribiendo, por el momento lo llamaré:



"Mirando a la Pared"

Y entonces recobré la conciencia. No es que me hubiera desmayado, simplemente volví en mí, como cuando terminas de soñar despierto. Estaba frente a mí computador, pero no era cualquier día, no. Esa sensación, yo la conocía muy bien y sólo la había sentido una vez en mi vida. Sabía perfectamente qué la provocaba en mí, pero... no, no podía ser, no ahora.

Miro a mi alrededor y aunque ciertamente es mi habitación, está un tanto cambiada. El televisor que había tirado tres meses atrás se encuentra ahí, prendido y transmitiendo un viejo partido de fútbol. Me doy la vuelta y veo abierta sobre mi escritorio la vieja libreta de apuntes que no uso desde hace ya algún tiempo.

Sin saber bien que pasa, pero más preocupado por la sensación que me invadía que por los extraños cambios salgo de mi habitación. El resto de mi departamento tampoco es el mismo, aunque las diferencias son mínimas, un objeto que estaba aquí ahora se encuentra por allá, algunos libros sobre la mesa de la sala; pero nada relevante. Se ve prácticamente igual que los últimos 6 años, desde que llegué a él.

Tomo mi chaqueta café de cuero y salgo por impulso, pues realmente no tengo nada que hacer afuera, no pienso, solo actúo. Mientras bajo las escaleras me topo con aquel vecino que dejó el edificio dos años atrás. Delgado, aproximadamente de unos 30 años, lentes cuadrados de armazón ancho, frente prominente (por no decir calvicie prematura) y un horrible gusto para vestir, siempre con camisas a cuadros en los más horribles tonos de verde y café, fajadas en un invariable pantalón de mezclilla de cualquier tono menos azul. ¿Qué hace este sujeto de regreso?, bueno, seguro visita a alguien, sólo nos miramos de manera amable, como lo hacíamos mientras él vivía aquí y continuamos nuestro camino. Jamás cruzamos una palabra, ni antes ni ahora.

Salgo a la calle, es de noche, el clima está ligeramente frío. Sigo un poco aturdido, pero, ¿de qué?, en fin, esa sensación que yo creía haber dejado ya en el pasado, y nunca volvería a sentir, sigue apoderada de mí. De repente me pregunto que día es, ¿cómo puedo no saberlo?, “TUE” decía mi reloj, justo encima de donde marcaba las 7:12 p.m. Bueno, eso no me dice mucho, es entonces cuando lo noto, repentinamente no recuerdo lo que hice el resto del día. Necesito hablar con alguien.

Se que hice ayer, lunes, día horrible en la oficina. No por el trabajo, pues a fin de cuentas estaba yo bastante adaptado a él, sino por la resaca, la maldita resaca que me deja salir a tomar los domingos en la noche, pero no aprendo. Por la noche cené con María, fuimos a un restaurante de comida libanesa, la lleve a su casa, discutimos un poco por el tipo de relación que llevamos (por el tipo de relación que ella quiere), supuse que no me invitaría a pasar, así que me despedí y fui a mi departamento. Me acosté temprano. Pero, ¿después?, lo siguiente que recuerdo es estar frente a mi computadora.

Tuve que haber ido al trabajo, nunca falto, seguro Dan lo sabría. Gran amigo mío desde los años de bachillerato, trabajamos en la misma compañía, diferentes departamentos, pero siempre vamos al comedor a la misma hora, hablamos de mujeres, fútbol, chismes, los viejos tiempos o le jugamos bromas pesadas a quien nos acompañe (o no).

Vive a 15 minutos de mi edificio, caminado a través del centro de la ciudad, el tráfico es terrible a esta hora, decido ir a pie. Mientras cruzo por plazas, jardines, paso frente a fachadas de centros comerciales, y me pierdo entre los ríos de gente, mi mente no deja de buscar una explicación. ¿Habré tomado anoche?, ¿u hoy en la mañana?, no lo creo, se hubiera requerido una borrachera fenomenal para hacerme perder 20 horas de memoria, de las cuales 6 debí haber estado dormido. ¿Tomé alguna droga?, ¿tendré alguna extraña enfermedad?, ¿Alzheimer tan joven?, ¿me golpeé la cabeza?, ¿me habrá echado algún maleficio María?, no, jajaja, eso es ridículo, pero divertido, sin duda ella sería capaz de hacerlo, pero no creo en esas cosas. ¡¡¿Qué chingados me pasó?!!, un momento, puedo llamarlo por celular, ¿por qué no se me ocurrió antes?, meto la mano a mi bolsa y, no está, debí dejarlo en mi escritorio, bueno, ya llevo más de medio camino. Han pintado los semáforos de amarillo, de blanco se veían bien. Camino hundido en las más absurdas teorías, pues las más cuerdas no me parecen probables.

Finalmente llego. Vive en el tercer piso, subo corriendo. Toco a la puerta, que por cierto se ve diferente, menos sucia, no abre. Vamos, tiene que estar, toco más fuerte, nada. Toco tan fuerte que sale una vecina curiosa:

-¿Se le ofrece algo joven?, ese departamento está vacío.
-No, aquí vive mi amigo, desde hace 3 años.
-No joven, ahí vivía un matrimonio, se fueron hace 2 meses, y no se ha ocupado desde entonces, debe estar confundido.
-No, él vive aquí.

Me mira extrañada, -no vive nadie ahí joven, de veras-, se mete. ¿Es cierto?, no puede ser, no estoy loco, él vive aquí, lo sé, he venido varias veces, noches llenas de juegos de cartas, cervezas, videojuegos, cigarros, algunas de nuestras acompañantes ocasionales, en alguna ocasión alguno llego a traer a una novia formal, el vive aquí. Sigo tocando, nunca abren.

Salgo a la calle, extrañado, ¿me estoy volviendo loco?, Dan existe, eso es seguro. Este es el edifico, estoy seguro de eso también, tal vez la vecina, a quien por cierto yo nunca había visto solo me quizo jugar una broma, debió ser eso, y ese cabrón se fue de vago otra vez.

Tengo que volver a mi departamento, llamaré por teléfono a alguien, a mis padres, no, nunca hablo con ellos entre semana, seguro no sabrán que me pasó y solo se preocuparan, ya se, llamaré a Raquel, la única persona de la oficina a parte de Dan a la que puedo llamar mi amiga, jaja, sí, mi “amiga”. Ella está en la misma división que yo, pasamos gran parte del día juntos, al menos me podrá decir si me presenté hoy. ¡Diablos!, espero que sí, el bono por puntualidad y asistencia es bastante jugoso.

Camino más calmado rumbo a mi departamento, comienzo a pensar que no debe ser nada realmente importante o sorprendente lo que me sucede, seguro esto tiene la explicación más simple, creo que ya pasó la crisis. Sí, definitivamente estoy más tranquilo, después de todo, no estoy muerto. ¿Qué puede ser tan malo?.

3 comentarios:

Gabucha dijo...

Hasta el momento el cuento va muy bien, juega bastante con el absurdo... quizás manipular un poco la psicología del personaje al estilo Dostoievsky le vendría muy bien ;o)
Un beso

Changos dijo...

¿Qué dijo?

Luis dijo...

Algo sobre una logia alemana de un tal Tostonievy?

Algo asi.